Las nuevas Áreas Protegidas de Quintana Roo
Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Martes 27 de agosto, 2023
El anuncio ha reavivado en mí inquietudes y me ha planteado nuevos cuestionamientos
La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales ha declarado recientemente que el gobierno federal ha hecho esfuerzos relevantes para establecer nuevas áreas protegidas en el territorio quintanarroense. Normalmente, un anuncio de este tipo merecería un aplauso sin cortapisas. Sin embargo, el anuncio ha reavivado en mí inquietudes de hace tiempo, y me ha hecho plantearme nuevos cuestionamientos. Debo decir además que me ha causado cierta sorpresa no oír la voz de las múltiples organizaciones conservacionistas que trabajan en ese estado, quizá porque los medios de comunicación no les otorgan demasiado espacio, o quizá porque se encuentran en una suerte de pasmo tras un lustro de golpeteo y descrédito desde los foros que ha monopolizado el poder político. O quizá porque ven en los esfuerzos oficiales por establecer nuevas áreas destinadas supuestamente a la conservación de la biodiversidad, los ecosistemas y los servicios ambientales, una voluntad genuina por salvaguardar el patrimonio natural nacional. Quizá lo mío sea entonces un mero prurito de encontrarle negritos al arroz.
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Pero bueno, trataré de explicar mi posición acerca de estas nuevas áreas, en el ánimo de compartir mis inquietudes y – en el mejor de los casos – contribuir a una discusión a fondo acerca de lo que sucede con la conservación de porciones relevantes del paisaje mexicano. La propuesta zona de protección de flora y fauna Manglares de Puerto Morelos es, como se sabe, un ya vetusto proyecto, que nace de una propuesta generada por la colaboración entre el señor Berdeguer, que en vida fuera propietario del Hotel El Cid, y el entonces gobernador del estado, que acordaron hacer lo conducente para establecer un área protegida estatal en terrenos de propiedad privada, parte del predio donde se ubica el hotel, y otro espacio propiedad del gobierno del estado de Quintana Roo. Debido a una serie de oscuras reticencias por parte de los administradores del Hotel El Cid, no fue posible concretar el decreto de parte estatal a pesar de al menos una década de esfuerzos. De pronto, la Semarnat anuncia la creación de esta misma área, ahora con una categoría de carácter federal. Qué bueno. Lo importante es que se haga. Espero que la Conanp considere, al formular el decreto y programa de manejo, los esfuerzos ya realizados por la autoridad estatal, que hoy obran en poder del Instituto de Biodiversidad y Áreas Protegidas de Quintana Roo
Otra de las áreas anunciadas es el Parque Nacional del Jaguar. Ya en otra oportunidad he compartido mi opinión al respecto, de manera que no entraré en demasiados detalles en esta ocasión. Baste decir de nuevo que, si el objeto de conservación que justifica establecer este parque en un área de vegetación secundaria de selva es el jaguar, la superficie propuesta no es ni remotamente suficiente para contribuir a la conservación de una población de ese felino, que requiere más bien un programa que alcance una cobertura peninsular, y no se puede reducir a un simple parque nacional. Por otra parte, me parece evidente que encargar al ejército nacional la construcción de una barda perimetral para el área, y encargarle además la administración del parque – otra vez, entendamos, esta militarización no es una militarización – no contribuye de manera significativa a una actividad de conservación de la biodiversidad técnicamente robusta.
Las otras tres áreas protegidas decretadas por el gobierno federal, con categoría de áreas de protección de flora y fauna, Jacinto Pat, San Buenaventura y Playa Delfines, con una superficie total de 59 hectáreas, todas ubicadas en el municipio de Benito Juárez, parecen dejar claro lo que la actual administración de la Conanp piensa acerca de la conservación de la naturaleza: es algo que se hace prácticamente en macetas. Entiendo que es mucho más fácil establecer áreas como éstas, que llevar a cabo un trabajo serio de exploración, diagnóstico, planeación, ordenamiento y manejo, como el que requiere la formulación de un proyecto de conservación del patrimonio natural. Entiendo también que esto es congruente con la decisión de disminuir los recursos destinados a la protección de la naturaleza. Lo que no teniendo es con base en qué criterios se hacen a un lado los estudios realizados a lo largo de muchos años de trabajo por parte de organismos tan distinguidos como el Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza (FMCN), The Nature Conservancy (TNC), el World Wildlife Fund (WWF), entre otras organizaciones conservacionistas, que permiten identificar con claridad los sitios donde merece la pena destinar recursos para la conservación en México.
Será que estos organismos son neoliberales, y basan sus conclusiones en una ciencia burguesa que no responde a las necesidades y demandas de la gente, tal como las interpretan los adalides de la cuarta transformación. Como quiera que sea, en los planes del gobierno federal, más allá de un modesto incremento en los recursos destinados al manejo de la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an (que no me sorprendería que tomaran la forma de subsidios para proyectos productivos de las comunidades de residentes locales, lo cual no está mal, dicho sea de paso), no parece figurar la decisión de incrementar la capacidad de manejo de las áreas protegidas existentes en la región, y mucho menos de encarar los retos de gestión social y política que entrañaría una apuesta por la protección de una zona tan importante como el sistema lagunar de Bacalar, por citar únicamente un ejemplo dolorosamente evidente.
Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/opinion/219611/las-nuevas-areas-protegidas-de-quintana-roo-anp
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