Otra muerte anunciada
Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Martes 12 de marzo, 2024
Se confirma la desaparición de la Conabio, tal como la conocimos durante tres décadas
Hacia fines de la semana pasada apareció en los medios una noticia que corrió después por las redes sociales, que me obliga a suspender por el momento mis reflexiones acerca del proceso electoral. No es que haya sido un anuncio del todo novedoso. Más bien se trata de la confirmación de algo de lo que se venía hablando desde hace meses: la desaparición de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, la Conabio, tal como la conocimos a lo largo de más de tres décadas. Como un gesto más de uno de los sellos más característicos de la actual administración, empeñada desde aquella fatídica consigna de “¡Al diablo con sus instituciones!”, en desmantelar el entramado de organismos construidos para atender diversos temas de la vida nacional, ahora se decide poner fin a la existencia de una comisión que desde su creación se consideró como la joya de la corona de la gestión ambiental mexicana.
No cabe duda de que muchos de los organismos creados alrededor del aparato gubernamental – autónomos, descentralizados o desconcentrados – merecen ser revisados concienzudamente, y pueden admitir mejoras, reestructuraciones, recortes y quizá incluso su desaparición. Pero la ligereza con que se ha blandido la guadaña de la supuesta “austeridad republicana” ha ido debilitando, mutilando o inmovilizando diferentes organizaciones, sin que al parecer se les substituya por otras capaces de continuar cabal y eficazmente con las acciones que debían realizar. En el caso del sector del medio ambiente esto ha sido particularmente notorio: se disminuye presupuestariamente a la Comisión Nacional de Áreas naturales Protegidas (mientras paradójicamente se presume de que nunca antes se habían creado tantas durante un sexenio), se disminuye hasta la práctica inmovilidad a la Comisión Nacional Forestal, se restringen los recursos destinados a la Comisión Nacional del Agua (aún ante el clamor generalizado de que el país, en un escenario de emergencia climática, enfrenta lo que ya se está llamando una crisis hídrica), se empequeñece el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático; y en fin, se reduce el aparato nacional de gestión ambiental, hasta convertirlo en una agencia más de corte asistencial – y clientelar – como una expresión adicional de las acciones supuestamente justicieras y generadoras de bienestar que se han ido convirtiendo en el mantra de la cuarta transformación.
Convertir a la Conabio en una mera dirección general dentro de una secretaría que resulta ser de las más débiles del ejecutivo federal, es una decisión que resulta decepcionante y dolorosa para todas las personas y organizaciones que han dedicado sus esfuerzos a conocer, conservar y encontrar formas sustentables de aprovechamiento al vasto patrimonio natural representado por la biodiversidad que habita el territorio nacional, y que le da a México el destacado lugar de ser el cuarto o quinto país más biodiverso del planeta. Hay muchas razones para lamentar esta decisión; pero entre ellas, hay dos que me parece que hay que destacar, porque señalan dos rasgos característicos de la actual manera de administrar la cosa pública: uno es la toma de decisiones a partir de una visión personalísima, que hace caso omiso de las advertencias, opiniones y consejos de actores sociales directamente involucrados en el asunto de que se trate, cuando no las considera de plano ataques funestos a sus sanas intenciones, alimentados por oscuros intereses de adversarios y agentes extranjeros. Si la Conabio era considerada una organización ejemplar por académicos, conservacionistas (que se convierten en “pseudoambientalistas” cuando se les ve por la lente presidencial), y expertos extranjeros, esto la hacía automáticamente sospechosa de herramienta de las fuerzas neoliberales y conservadoras. El otro es que, aunque parezca paradójico, el afán centralizador no entiende de transversalidad, y si algo hacía que la Conabio resultara singular en su aproximación gestora, y eficaz en la ejecución de sus labores, era precisamente su capacidad de hacer prevalecer una visión transversal acerca de la manera de atender los asuntos relativos a la porción del patrimonio natural nacional representado por la biodiversidad.
Esto último merece una mayor elaboración, que aquí se reduce a un par de párrafos que quizá podrán operar como provocaciones para emprender un análisis evaluativo de la labor de la comisión, y una revisión crítica de su degradación a la condición de dirección general. Aunque a lo mejor esto no haya resultado especialmente visible para el público en general, lo cierto es que, en el fundamento de la Conabio, desde su concepción, destacó su capacidad para actuar a partir del funcionamiento de un grupo colegiado, de carácter multidisciplinario y alcance interinstitucional. Las decisiones tomadas por la Conabio excedían las estrechas fronteras sectoriales. Esta característica de la institución la hacía particularmente apta para atender su misión expresa, de promover, coordinar, apoyar y realizar actividades dirigidas al conocimiento de la diversidad biológica, así como a su conservación y uso sustentable para beneficio de la sociedad”. El cumplimiento de esta misión depende, entre otras cosas, del reconocimiento de que las relaciones entre la sociedad y los organismos no humanos que la acompañan como elementos vivos en el paisaje, no puede reducirse a una lectura limitada sectorialmente.
Los elementos de la diversidad biológica interesan a la seguridad alimentaria, la salud, la construcción de vivienda, el goce estético, la religiosidad de los pueblos que constituyen la nación, el comercio exterior, la actividad turística y recreativa, la industria química, la calidad del agua, el suelo y el aire, la capacidad de mitigación de los procesos que dan lugar al cambio climático, y de adaptación a sus efectos; en fin, todos los aspectos de nuestra vida. Si esto no se entiende así, y si no se atiende de manera que participen en las decisiones que determinan su apropiación social – y su conservación como parte de la riqueza nacional, y del patrimonio humano en general, no se puede aspirar a construir una sociedad saludable, sustentable y feliz. Esto es a lo que se ha dado al traste con la mutilación de la Conabio. Daño irreparable.
Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/opinion/228446/otra-muerte-anunciada-conabio-gestion-ambiental-medio-ambiente
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