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Un tren de impacto ambiental

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Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Martes 07 de enero, 2023

Jornada

El costo del Tren Maya sigue incrementándose y el Ejecutivo busca de dónde obtener recursos para poder terminarlo antes de que termine la administración. En esa búsqueda, ha topado con una fuente de dinero que anuncia un impacto ambiental del Tren Maya no previsto en los diversos procedimientos de impacto generados hasta ahora alrededor de este mega-proyecto. Me refiero al hecho de que –al menos de acuerdo con lo dicho en diversos medios de información– se pretende destinar a cubrir los crecientes requerimientos financieros del tren maya, los exiguos recursos destinados a las tareas del gobierno federal dirigidas a mitigar las causas del cambio climático global, y a adaptar a la sociedad mexicana a sus efectos. De esta manera, el Tren Maya contribuirá a hacer más difícil que México cumpla con las contribuciones nacionalmente determinadas que ha ofrecido a la Organización de las Naciones Unidas como el compromiso voluntario del país para lograr que el mundo se acerque a cumplir con los acuerdos de París en materia de cambio climático.

La meta de evitar que la temperatura global crezca más de 1.5° C antes de que termine el año 2030 se ve cada vez más lejana. Pero esto no quiere decir que podamos simplemente abandonar los esfuerzos, y poner el foco en un supuesto proceso de desarrollo basado en un incremento de la inversión en obra pública. Nadie, creo yo, se dirá en contra de que el gobierno busque fórmulas que le permitan impulsar el desarrollo nacional. Esa es una de sus tareas centrales, además de las tradicionales de todo estado. Pero la idea de hacerlo a costa de dejar de lado, o por lo menos, abatir, los esfuerzos dirigidos a asegurarnos de que el país podrá contar en el largo plazo con una base natural para el desarrollo, robusta y resiliente, y que además podrá honrar sus compromisos medioambientales de cara al resto del mundo, eso sí que resulta cuestionable, por no decir inadmisible.

Nos dirán los “otros datos” que México sí está haciendo un gran esfuerzo para enfrentar los retos que plantea el cambio climático, y citarán para el caso la danza de los millones de pesos dirigidos a financiar el programa de Sembrando Vida. Ya han presumido este programa en diversos foros, como la COP 27, por ejemplo. Pero todavía faltan evidencias – científicas, independientemente obtenidas y verificables en el territorio – de que en efecto este programa esté teniendo algún efecto digno de mención en cuanto a incrementar la capacidad de secuestro de carbono de los ecosistemas tropicales de México. Se nos ha intentado presentar a sembrando vida como el esfuerzo de reforestación que jamás se haya emprendido, pero lo cierto es que esto es una falacia, lo que queda claro cuando se le examina desde diversos puntos de vista.

Para empezar, reforestar implica necesariamente volver a dotar de una cobertura vegetal a un sitio que ha sido previamente desprovisto de la vegetación que lo cubría originariamente; es decir, de un área deforestada. Si reforesta una zona que fue antes un bosque de pinos, por ejemplo, se producen plántulas de pino en vivero, preferentemente de las mismas especies que ocupaban el área en cuestión, y se plantan y cuidan en el terreno. Esta manera de hacer las cosas bien puede ser exitosa en bosques con una clara dominancia de unas pocas especies. En las selvas tropicales, que son además las zonas donde aplica preferentemente el programa de sembrando vida, reforestar a la manera convencional no es lo más recomendable. Dada la gran diversidad de especies que caracteriza a las selvas tropicales, el tema se debe encarar más bien con una perspectiva de restauración de ecosistemas, una aproximación técnicamente más compleja y exigente que la reforestación tradicional.

Sé que estoy sobre simplificando el asunto, pero el punto al que quiero llegar es que sembrando vida no es un programa de reforestación, ni mucho menos uno de restauración del paisaje de las selvas mexicanas, por deterioradas que éstas se encuentren. Además, hay que añadir que el programa no enfrenta porciones compactas del paisaje, sino que se aplica en parches, determinados en función de la tenencia de la tierra de los beneficiarios. Es la substitución de un paisaje de selva por uno agrícola, o agroforestal en el mejor de los casos. Si esto contribuye o no a mejorar las condiciones que ofrece el paisaje para capturar y almacenar carbono, es otra discusión.

Como quiera que sea, si se considera que el Tren Maya significa un impacto ambiental sobre los ecosistemas del sureste mexicano que nadie ha medido con un asomo de seriedad y responsabilidad, carece de cualquier aproximación razonable a un criterio precautorio, y ahora va a absorber una parte de los recursos originalmente destinados a atender los procesos de mitigación y adaptación al cambio climático, y se añade a esto el hecho de que Sembrando Vida, el programa que el ejecutivo federal nos presenta como su mayor contribución a la disminución neta de emisiones de carbono a la atmósfera, parece no contribuir gran cosa a este propósito (aunque sí es un buen generador de clientela electoral), queda claro que a la 4T le interesa poco la sustentabilidad ambiental del desarrollo, y menos aún la resiliencia de la sociedad mexicana ante los cambios que sufrirá la ecología del territorio nacional ante las nuevas condiciones del clima. Mal augurio.

roblesdeb1@hotmail.com

Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/opinion/210353/un-tren-de-impacto-ambiental

 

 

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