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Homo sapiens, la especie más invasiva

Cómo «conquistamos» el planeta
(o eso creemos…)

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GLOCALFILIA  ||  La Crónica de Hoy  ||  27 de agosto 2015
Por Germán González Dávila

Hace alrededor de 70 mil años grupos de nuestra especie, Homo sapiens, salieron de África para iniciar una inexorable migración a lo largo y ancho del planeta. La caminata tomó casi 60 mil años para alcanzar todos los rincones habitables del globo.

150800_How.Conquered.Planet_firstOtras especies de Homo, como los Neandertales de Europa y los Denisovianos de Asia, o más arcaicas como los Erectus, Rudolfensis, Ergaster, Antecessor, Heidelbergensis o el pequeño y recientemente descubierto Floresiensis, entre muchas otras, habían abandonado África miles de años antes, pero todas se extinguieron, excepto nosotros.

En todos los espacios de la biosfera que Homo sapiens colonizó y ocupó sobrevinieron cambios ecológicos masivos, las megafaunas se extinguieron y todas las demás especies arcaicas de Homo también. Se trata de la migración más impresionante y de mayor alcance en nuestro planeta.

Pero, ¿por qué nuestra especie es la única que no se extinguió (todavía) y logró ocupar todos los rincones habitables del planeta?

La primera razón es, sin duda, la fabricación y uso de instrumentos de piedra; pero esto ya lo hacían los australopitecos (desde hace casi cuatro millones de años). La segunda razón es el uso del fuego, cuyo registro más remoto data de hace 1.4 millones de años, aunque las evidencias de su producción controlada datan de poco más de 400 mil años. El fuego habilitó a los Homo spp a fabricar mejores herramientas, defenderse mejor ante predadores y a socializar, así como aumentar la ingesta de carbohidratos y cárnicos, facilitando su digestión, con lo que el cerebro pudo incrementar su volumen en el curso de la evolución.

Socialización alrededor del fuego más instrumentos para la caza dieron lugar, entre individuos de grupos más numerosos, a la cooperación, lo que se convertiría en el «arma» más poderosa de los humanos. Y no cualquier tipo de instrumentos de caza, pues si hoy día un pitcher es capaz de lanzar una bola a 160 kilómetros por hora, ello se debe a que hombros y brazos de los Homo evolucionaron de tal modo que les permitió lanzar proyectiles con fuerza y excelente puntería.

Armados de proyectiles y cooperación, una nueva, espectacular, imparable e implacable criatura había emergido: Homo sapiens sapiens. Gracias a ello «conquistamos» el planeta. Al menos es lo que nos decimos a nosotros mismos hasta el cansancio, para convencernos que somos algo así como «la cumbre de la creación».

Pero, paradójicamente, la cooperación se desarrolló en la medida que un grupo competía con otro por recursos. No parece existir cooperación sin la presencia de competencia.

En los albores del tercer milenio cristiano, décimo después de la revolución agrícola, la dialéctica entre cooperación y competencia alcanzó escalas regionales planetarias, entre países y al interior de países. Cuando recursos y reservas territoriales escasean identificamos a quienes compiten por ellos como «los otros», y utilizamos la etiqueta para justificar despojos, saqueos o expulsión del territorio, incluso exterminación.

Pero la Tierra es una sola. ¿Cómo domar el apetito de los poderosos que se apropian de los recursos para todos, incentivando la desigualdad? Más información en:

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