Agua, ¿mil veces más cara?

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Agua, ¿mil veces más cara?

José Sarukhán Kermez  ǀǀ  El Universal  ǀǀ  03 de enero de 2014

El país tomó, por decisión de su Congreso en 2013, varias medidas importantes, entre ellas las de imponer un impuesto de 8% a las bebidas con alto contenido de azúcares. Un estudio publicado en la Revista Médica Británica (BMJ, 21/10/13) establece que para que haya un cambio sensible en los hábitos de consumo, el impuesto debería ser del orden de 20%; como sea, es un paso en la dirección correcta que debe complementarse con otras acciones gubernamentales, la más importante: la provisión de agua potable de manera segura. También se aprobó la instalación de bebederos en escuelas en un lapso de tres años. Otra buena medida, pero de nuevo limitada y lenta; los bebederos deben instalarse ya, además, en todos los parques, edificios públicos, estadios, etcétera, del país.

Como bien sabemos, nuestro país es el mayor consumidor per cápita de refrescos: 163 litros anuales. Es menos sabido que también somos, por mucho, los mayores consumidores de agua embotellada: más de 230 litros anuales por habitante; el consumo medio mundial es unas ocho veces menor. Tales cifras significan que cada persona bebe casi 400 litros de líquidos que no salen de la red de agua potable del país. Es decir, alrededor de 45 millones de metros cúbicos de agua. Podría uno preguntarse ¿cuánta agua bebe en promedio una persona al día? Esto depende de muchas circunstancias. Por lo pronto sabemos que cada mexicano bebe al menos 1.1 litros al día entre agua embotellada y refrescos. Un estudio de la Agencia de Protección Ambiental de EU (EPA) estima que alrededor de 75% de la población de ese país bebe al menos dos litros de agua diarios. En un cálculo de “buen cubero”, extrapolando esos datos, significa que la población mexicana debe comprar cerca de la mitad de su ingesta diaria de agua.

El negocio de la venta de agua embotellada ha resultado ser una útil válvula de escape al cumplimiento de la obligación de los gobiernos de proveer de agua potable confiable en calidad y cantidad a la población del país. Algo de las medias verdades contenidas en la propaganda de las refresqueras en los medios impresos era que había muchas razones para la gente optase por los refrescos en lugar de agua potable, lo cual es cierto, aunque las razones para ello sean diversas.

Desde luego, una razón muy importante es que los diferentes órdenes de gobierno, en especial el municipal, han descuidado su obligación de proveer agua potable de forma regular y confiable a los hogares. Por otro lado, es cierto que al menos en zonas del DF y otras capitales y grandes ciudades estatales, el agua en la red pública de distribución es perfectamente potable; el problema proviene de almacenarla en tinacos mal mantenidos y escasamente aseados, los cuales son indispensables, pues las redes de distribución de agua no están en las condiciones adecuadas para garantizar que llegue a los hogares con la presión necesaria. Por propaganda tendenciosa y descuido gubernamental, la imagen del agua de la llave es tan mala que la gente prefiere pagar de 100 a mil veces más por el agua embotellada, en vez de pagar un precio justo por un servicio eficiente en el hogar. Las instancias responsables de surtir este bien público tienen la doble obligación de proveer del líquido a todos lo ciudadanos y de informarlos creíblemente acerca de la calidad del agua que beben.

Hemos dejado que un bien público esencial, como es el agua, en gran medida se privatice por la incapacidad de quienes tienen la obligación de hacerla disponible sana y confiablemente a todos los usuarios. Ciertamente hay zonas rurales de difícil accesibilidad a una red de distribución, pero también existen ecotecnias muy baratas y accesibles (como las que ha distribuido la Fundación Gonzalo Río Arronte a muchas comunidades marginadas en el país) para potabilizar los volúmenes de agua necesarios para beber y cocinar, que deberían ponerse al alcance de las comunidades rurales, mientras se construyen pequeñas presas, colectores comunitarios de agua pluvial y sistemas de sanitación, para proveer a esos pequeños asentamientos humanos de agua potable de forma permanente.

Hay una gran tarea por realizar por todos, ciudadanos y agencias gubernamentales, para lograr una población sana, que reciba adecuadamente el derecho a agua limpia y confiable, propia de una sociedad moderna.