Optimismo realista

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Optimismo realista

José Sarukhán Kermez  ǀǀ  El Universal  ǀǀ  02 de mayo de 2014

He transmitido a lo largo de los años en este generoso espacio de El Gran Diario de México, con lo mejor de mi entendimiento, la información científica de las revistas más serias del mundo sobre los problemas ambientales globales. Veo con gran preocupación el futuro de las próximas generaciones de seres humanos en el planeta por el severo deterioro que hemos causado a los sistemas que mantienen la vida en la Tierra, pero me declaro un optimista, con un optimismo basado en la realidad de los hechos.

A pesar de que enfrentamos el reto más grande de la humanidad en su breve historia en el planeta (para todos los fines prácticos somos unos recién llegados a la fascinante aventura de la vida en la Tierra), pienso que podremos encarar ese reto sin incrementar aun más los costos sociales y económicos por el deterioro profundo del ambiente, incluso sin afectar seriamente a la economía de los países. Pero también estoy seguro que si no tomamos las medidas adecuadas y serias para ello caminamos, como especie, a una de las mayores catástrofes que este planeta ha atestiguado a lo largo de sus más de cuatro mil millones de años de girar alrededor del Sol. La gran diferencia con las otras, es que esta última catástrofe habrá sido generada por una sola de los cientos de millones de especies que la han poblado hasta ahora: la nuestra.

Se ha enfatizado, en mi opinión más allá de lo deseable, que la mejor estrategia para enfrentar los retos del cambio climático (CC) y la pérdida de los ecosistemas es la adaptación. Ejemplos de esa adaptación, en especial para minimizar los efectos adversos del CC, son el uso más eficiente del agua, edificios con diseño adecuado a las futuras condiciones climáticas, la reubicación de los poblamientos establecidos en zonas de gran vulnerabilidad, la reforestación de zonas críticas alrededor de poblaciones, recuperación y protección de suelos en otras regiones, etcétera.

Sin embargo, la opinión que comparto con la del grupo que emitió el reporte de la sección III del IPCC es que la mitigación, es decir la reducción de las emisiones de GEI, es la forma más eficaz a escala global para aminorar los efectos del CC, además de la reducción (si es posible a cero) de la destrucción y degradación de los ecosistemas en especial con fines de producción alimentaria. A pesar de los argumentos en contra de la mitigación por sus efectos “devastadores” sobre la economía, sostenidos por los intereses de la industria de los combustibles fósiles, la automotriz y la agroindustria, el estudio del IPCC demuestra que el costo de la mitigación por la reducción del crecimiento económico sería del orden de 0.06% de tal crecimiento.

¿Qué sostiene esta aseveración que rompe el discurso de la gran industria transnacional del “costo inaceptable” de reducir el crecimiento económico sostenido por los intereses económicos? Básicamente: una serie de cambios tecnológicos en energías renovables (especialmente por energía solar) en su mayoría desconocidos por la gente. El cambio tecnológico en este aspecto ha sido enorme: el costo de los paneles solares, por ejemplo, ha caído al menos 75% en los últimos siete años, de manera tal que la “descarbonización” por la generación de electricidad se contempla ahora por el IPCC como una meta realizable al igual que el logro de reducciones drásticas en la emisión de GEI.

Este cambio tecnológico en la producción de energía posibilita un desarrollo económico activo, pero deberá estar acompañado de estímulos para un ahorro sustancial de energía no sólo en la industria; también debe haber cambios fundamentados en la información honesta y creíble a la sociedad para que modifique su comportamiento en el uso de energía y recursos. De igual manera se requerirá de un compromiso serio e indeclinable de los países, como el nuestro, para reducir la deforestación a cero.

De nuevo, la solución está en nuestras manos y es alcanzable sin destruir la economía, logrando una mayor equidad y justicia sociales; ello sólo se logrará cabalmente con una sociedad bien informada y con responsabilidad ética hacia las presentes y futuras generaciones y al ambiente; debemos convertirnos en consumidores bien informados en cuanto al impacto ambiental de lo que consumimos y discriminar lo que compramos sobre estas bases.