Sustentabilidad: filosofía, ética e interdisciplina

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Sustentabilidad: filosofía, ética e interdisciplina

El pensamiento filosófico está prácticamente ausente en el enfoque de los problemas ambientales graves de esta época

José Sarukhán Kermez  ǀǀ  El Universal  ǀǀ  06 de marzo de 2015

Hasta hace varias décadas, quizá hacia los inicios de la segunda mitad del siglo pasado, predominaba la convicción de que cada una de las disciplinas científicas o académicas representaba, en sí misma, la vía de solución a problemas que incidían en el bienestar de las sociedades.

Más recientemente, a partir de la década de los setentas, resulta cada vez más claro que no hay posibilidad de encarar la solución de la mayoría de los llamados “problemas ambientales” que la humanidad ha generado, y que ahora se tornan crecientemente más serios y amenazan el bienestar de todos nosotros, sin un enfoque interdisciplinario; es decir sin la participación de muchas disciplinas de las ciencias naturales y de las ciencias sociales. Una participación que no es la simple yuxtaposición de esas disciplinas, sino su intervención cada vez más informada sobre el problema que han de resolver en conjunto.

Desde luego, la colaboración de las ciencias naturales con las sociales ha resultado ser a veces, aun en el presente, un obstáculo difícil de superar exitosamente. El hecho de que la vasta mayoría de los problemas ambientales están relacionados con la actividad humana exige, inescapablemente, la consideración del componente social en cualquier estudio destinado a entender, mejorar o resolver tales problemas.

Uno de los problemas más serios —a la vez que desconcertantes— es el hecho de que las instituciones de investigación y educación superior no valoran adecuadamente este tipo de actividad académica interdisciplinaria, aunque hay que reconocer, por otro lado, que el concepto de la investigación interdisciplinaria ha sido abusado por algunos académicos como una forma de enmascarar su bajo desempeño académico. Como consecuencia de esto, tampoco los sistemas de evaluación nacionales o institucionales de la actividad académica encaran este problema adecuadamente. Hay un creciente problema con una investigación empeñada en profundizar más y más en temas cada vez más especializados que con frecuencia tienen poca relevancia real para la sociedad. Al decir esto no estoy desacreditando en lo más mínimo a la investigación fundamental.

Una de las disciplinas prácticamente ausentes en el enfoque de los problemas ambientales graves de esta época es la de un pensamiento filosófico generador de planteamientos básicos de ética acerca del uso de los recursos naturales, el bienestar social y el impacto ambiental de la actividad humana, que resulte en discursos accesibles y pertinentes para la sociedad, con el auxilio de técnicas de la psicología social. Uno tiene la impresión de que —con contadas excepciones— los filósofos escriben solamente para sus colegas y que los graves problemas derivados del comportamiento de la gente no son de su interés. No hay alternativas inteligentes y creíbles de desarrollo de una ética ambiental y de consideración a las generaciones futuras para una sociedad sujeta constantemente al asedio publicitario de los medios, que estimula sin reposo el consumismo desmedido; el discurso ético razonado y socialmente efectivo, es inexistente.

Una verdadera investigación interdisciplinaria basada en una ética ambiental humanista no debe incluir sólo a los “usuarios” de los recursos y a su impacto sobre el ambiente, sino muy especialmente también a quienes tienen a esos recursos naturales como su único patrimonio. Debe ser una investigación que atiende los reales problemas que afectan a la sociedad, definidos por un análisis interdisciplinario en contraste con los problemas definidos sólo por coyunturas políticas.