Agenda del agua 2030

Julia

 

Agenda del agua 2030

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  17 de abril 2010

Los conflictos internacionales, regionales y locales vinculados con el uso del agua se han incrementado notablemente en los últimos años, y en la medida que la población mundial aumente sin que los patrones de consumo se modifiquen, los conflictos potenciales se agudizarán. Durante el siglo XX la demanda mundial de agua aumentó más de seis veces; de mantenerse esta tendencia los sistemas biofísicos planetarios no soportarán la presión de la demanda humana. Las acciones que se realicen en el presente, o que no se lleven a cabo, acerca del uso sustentable del agua van a comprometer el desarrollo de las naciones y de las futuras generaciones. Por ello, el tema del agua debe estar en la más alta prioridad tanto en la agenda multilateral como en la de las naciones.

En México, la falta de criterios ecológicos en el diseño e implementación de las políticas públicas del siglo XX generó severos daños al ambiente: la deforestación y la erosión provocaron azolvamiento y disminución de los caudales de muchos ríos y desecación de manantiales; más de 70 por ciento de las principales cuencas están contaminadas por el uso excesivo e inadecuado de agroquímicos y por las descargas industriales y municipales; la contaminación de las descargas orgánicas industriales equivale a la de 100 millones de habitantes; las aguas residuales sin tratamiento son la principal causa de las enfermedades vinculadas con el agua; más de la cuarta parte de los acuíferos están sobreexplotados o en alto riesgo de llegar a esta situación; la biodiversidad de sistemas acuáticos se encuentra amenazada por prácticas de pesca insustentables, por especies invasoras y por el desvío de cauces de ríos, entre otros daños.

En las últimas cuatro décadas el agua de México pasó de ser un factor que favorecía el desarrollo a ser un recurso que se está volviendo limitante para el propio desarrollo. Sin embargo, el país cuenta con el agua suficiente para atender las necesidades de la población presente y futura, pero su uso debe regirse bajo un conjunto de principios de sustentabilidad ambiental que garantice su permanencia.

A finales del mes de marzo el presidente de la República convocó a un debate público entre todos los actores involucrados en el manejo del agua -a los gobiernos estatales y municipales, a los agricultores y a la industria, a los académicos y a los legisladores- para construir la Agenda del Agua 2030, que incluya metas, acciones, programas y presupuestos específicos.

A continuación quiero expresar los principios rectores que considero deben estar plenamente operando en el año 2030 y que deberían constituir los ejes rectores de dicha Agenda:

· El agua se valora como un bien ecológico, social y económico y las tres dimensiones están adecuadamente balanceadas.

· El ciclo hidrológico y los ecosistemas naturales que se relacionan con éste deben estar conservados y funcionando sin daños antropogénicos.

· Los ecosistemas acuáticos y acuíferos degradados están limpios y restaurados.

· El uso y aprovechamiento del agua es eficiente, integral y sustentable.

· La población cuenta con cobertura de agua potable y servicios de saneamiento.

· La población está protegida de los eventos hidrometeorológicos extremos.

La puesta en operación de estos principios implicará ajustes drásticos no sólo en la forma como actualmente se utiliza y gestiona el agua en el país, sino también requerirá modificaciones sustantivas para armonizar las políticas que impactan al ciclo hidrológico y al funcionamiento de los ecosistemas naturales. Por ejemplo, no puede plantearse una política agropecuaria de incremento de la producción de alimentos, por más necesaria que ésta sea en el país, sin considerar los impactos ambientales que conlleva por la extracción de agua de los acuíferos; por la deforestación de bosques y selvas; por el sobrepastoreo de matorrales desérticos y por la contaminación con agroquímicos. En este caso, la producción de alimentos deberá armonizarse con la conservación de los ecosistemas acuáticos y terrestres para cumplir los objetivos. Ejemplos semejantes se pueden mencionar para el caso de la industria.

Muchas de las indispensables modificaciones a las políticas productivas tendrán fuertes reacciones de diversos sectores cuyos intereses se verán afectados. Un claro y difícil ejemplo es el de las modalidades del pago por derechos de agua para uso agropecuario. Afrontar el tema del agua seriamente no es cuestión de pequeños ajustes. Requiere de un nuevo paradigma de desarrollo, el cual está estrechamente vinculado con la solución de los problemas del cambio climático, de la pérdida de biodiversidad y del bienestar social. La solución de estos problemas demanda un acuerdo nacional profundo que sume a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, a los partidos políticos y organizaciones sociales, de productores y empresarios, en síntesis, que aglutine la voluntad nacional. Si la tarea se posterga, estaremos incurriendo en una irresponsabilidad histórica que afectará dramáticamente al propio desarrollo de las futuras generaciones.

Fuente: Hemeroteca