Agua para todos y para siempre

Julia

 

Agua para todos y para siempre

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  13 de abril 2013

El 22 de marzo, Día Mundial del Agua, el Presidente reconoció que el agua es un asunto de seguridad nacional por lo que, además de incluirlo como prioridad en su agenda, lo convertirá en una política de Estado. Para atender estos desafíos presentó cuatro líneas de acción: 1) Servicios de agua adecuados y accesibles mediante la construcción de acueductos, plantas desalinizadoras y nuevas fuentes de abastecimiento; 2) Agua para la seguridad alimentaria con obras de infraestructura hidroagrícola y de extracción de agua; 3) Manejo responsable y sustentable del agua "a fin de dar certeza jurídica a los usuarios y prevenir conflictos sociales"; 4) Seguridad hídrica para hacer frente a las contingencias ambientales y al cambio climático.

Además, el Presidente comprometió la modernización del Servicio Meteorológico Nacional y firmó un acuerdo general mediante el que se suspende provisionalmente el libre alumbramiento de las aguas del subsuelo, quedando prohibida la perforación de pozos sin autorización de la Comisión Nacional del Agua.

Las cuatro líneas anunciadas son pertinentes. Sin embargo, llama mucho la atención y preocupa la ausencia de un enfoque que ya había permeado en parte del sector hídrico, en el gobierno y en la sociedad y que tiene que ver con la visión de que el agua, además de ser un bien económico y social, como se reiteró en los discursos de ese día, es, ante todo, un bien natural. La crisis del agua existente se agravará si se considera al agua sólo como un recurso natural al servicio de la sociedad. Debe entenderse como un componente esencial de los ecosistemas naturales y reconocer que todas las formas de vida en el planeta dependen de este líquido, no sólo la humana. La disponibilidad del agua para consumo humano está sujeta a la capacidad de renovabilidad del ciclo hidrológico y, a su vez, de la integridad de los ecosistemas naturales. Las obras hidráulicas amplían la capacidad de la sociedad para acceder al recurso, pero el recurso en sí mismo no va a aumentar, incluso podría verse afectado según se realicen dichas obras.

La preservación del ciclo hidrológico está en función de: detener la deforestación y erosión de los suelos que provocan el azolvamiento y disminución de los caudales de muchos ríos y la recarga de los acuíferos; restaurar las partes altas de las cuencas y riberas de ríos, arroyos y lagos; acabar con la contaminación causada por el uso excesivo e inadecuado de agroquímicos, por sustancias tóxicas de la industria, por las aguas negras domésticas y por los residuos sólidos; evitar el desvío de los cauces de ríos que ha llevado a la extinción de especies acuáticas, entre otros factores.

Es indispensable la gestión integral del agua, con un enfoque de cuenca, en la que se integren: el manejo del agua superficial y la subterránea; los ecosistemas naturales de la cuenca con todos sus componentes; las actividades productivas; los usuarios y habitantes locales y los distintos órdenes de gobierno. Además deben incluirse tres preceptos básicos para la sustentabilidad ambiental: limitar la extracción del recurso hídrico a la capacidad de renovación de los cuerpos de agua; limitar las descargas de aguas residuales a la capacidad de asimilación de los mismos; proteger los ecosistemas naturales vinculados al ciclo hidrológico y detener la deforestación.

Una política de Estado debe reconocer que es el Estado el garante del interés público cuya rectoría sobre el agua habrá de velar por su conservación y acceso equitativo para toda la población; atender a los sectores más desprotegidos; evitar la concentración de poder en torno al agua y la creación de monopolios en manos privadas; prevenir, arbitrar y resolver controversias, y asegurar la protección de la población frente a eventos hidrometeorológicos extremos.

Por ello, es preocupante que la visión de la sustentabilidad ambiental no aparezca en el esbozo de la política hídrica dibujado el pasado 22 de marzo. Las líneas anunciadas son tan generales que caben todos los enfoques, pero, hasta ahora, se limitan a obras hidráulicas. No se ha asumido, aún, ningún compromiso para la preservación y recuperación del recurso (excepto por el acuerdo firmado). No se transmitió con estos anuncios la preocupación de que el recurso agua es finito y está severamente dañado en nuestro país. Urge la planeación de acciones, muy concretas, que garanticen el buen funcionamiento de los ecosistemas naturales para seguir gozando, hoy y siempre, de sus servicios ambientales. Este enfoque había quedado plasmado en el Plan Nacional Hidráulico 2030, producto de un ejercicio colectivo de planeación con todos los sectores de la sociedad, que incorporó la experiencia de muchos años; lamentablemente no mereció mención alguna por parte de los oradores en ese acto.

Desacreditar o no sumar los esfuerzos de planeación de largo plazo por haberse elaborado en administraciones anteriores no deja nada positivo; ya lo padecimos en el año 2000. Volver a empezar cada seis años impide construir una política de Estado.

Fuente: Hemeroteca