El reto del cambio climático

Julia

 

El reto del cambio climático

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  07 de febrero 2008

El cambio climático ya no es una hipótesis; es un hecho científicamente comprobado. En tan sólo las últimas tres décadas la temperatura promedio de la superficie terrestre se incrementó 0.6 grados centígrados; cambiaron el inicio, la duración y el final de las estaciones; se incrementó en 10 centímetros el nivel del mar debido al aumento de la temperatura de los océanos y al derretimiento y retracción de los glaciares.

El año 2007 quedará como un referente en relación con el cambio climático. Finalmente, y después de muchas décadas de insistencia, el tema penetró en la conciencia de una amplia masa de ciudadanos, de México y del mundo, de las ciudades y del campo.

Desde 1988 se había advertido acerca del inminente cambio climático y sus riesgos. La primera discusión multinacional se dio en el seno de la Conferencia de Toronto sobre Cambio en la Atmósfera: Implicaciones para la Seguridad Global. A partir de entonces, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Organización Meteorológica Mundial crearon el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), formado por reconocidos científicos mundiales. Posteriormente, se firmó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático en 1992 y en 1997 el Protocolo de Kyoto, el cual entró en vigor hasta 2005.

El año 2007 fue un año contundente de generación de información y de su difusión mediante los medios masivos de comunicación: el "IV Informe del IPCC" reforzó la certidumbre científica del cambio climático; el "Informe Stern" (en internet desde octubre del 2006) dio a conocer los efectos del cambio climático sobre el crecimiento económico y el desarrollo de las naciones; Al Gore alcanzó un fuerte impacto mediático con la película y el libro Una Verdad Incómoda; el Premio Nobel de la Paz fue otorgado, de manera compartida, al IPCC (en el cual participa una veintena de destacados mexicanos) y a Al Gore, y culminó el año con la XIII Conferencia de las Partes de la Convención sobre Cambio Climático en donde se discutieron puntos centrales para el futuro del protocolo. Además, México presentó, al inicio del año, la Estrategia Nacional de Cambio Climático, documento de altísima importancia para la política pública nacional, que compromete la acción conjunta de una buena parte de las instituciones del gobierno federal.

El IPCC ha proyectado escenarios futuros bajo distintas condiciones y, aunque son modelos con incertidumbre en el detalle, no hay duda de que en un futuro cercano se tendrá una temperatura más elevada. Si las tendencias actuales se mantienen, es decir, no tomar medidas correctivas, la temperatura podría incrementarse entre 2 y 3 grados centígrados hacia el año 2050 y el nivel del mar aumentar a más de un metro.

Los efectos del cambio climático implicarán un incremento en los fenómenos hidrometeorológicos extremos, sequías más pronunciadas en regiones más extensas que las actuales, inundaciones más frecuentes e intensas en sitios de riesgo, incremento de incendios forestales, entre otros. Estos cambios provocarán modificaciones en los patrones de producción agrícola en el mundo, efectos en la salud humana por el cambio en la distribución de los vectores de enfermedades como la malaria y el dengue, incremento de muertes por malnutrición y aumento de calor, cambios en la disponibilidad del agua, migraciones humanas, transformaciones en la distribución de los ecosistemas y sus especies. En resumen, modificaciones profundas en muy pocas décadas que afectarán seriamente al medio ambiente y al desarrollo económico y social, para lo cual, definitivamente, no estamos aún preparados.

Es tarde, pero aún estamos a tiempo de dejar de desafiar a la naturaleza y cambiar la forma en que estamos interfiriendo en su funcionamiento. La naturaleza nos cobra implacablemente los errores. Dramática ironía: siendo nosotros quienes la provocamos, tras un desastre la maldecimos, sin reflexión de por medio.

La preocupación por este tema no ha surgido por el convencimiento de que la humanidad no tiene derecho a intervenir sobre los fenómenos naturales de la forma como lo está haciendo en la actualidad, lo cual sería reflejo de una real toma de conciencia ambiental y de una ética distinta de respeto a la naturaleza. Aún estamos lejos de esa condición, aunque se transita lentamente hacia ella. Más bien, se ha aceptado la conveniencia de asumir los costos económicos que implica la reducción de las emisiones de gases efecto invernadero que provocan el cambio climático, ya que los costos de no hacerlo van a ser mucho mayores, tal y como ha quedado demostrado con los daños multimillonarios que han ocasionado los fenómenos hidrometeorológicos, sin precedentes, en las últimas dos décadas.

El cambio climático se manifestó y se convirtió en una preocupación social y de los gobiernos. Toca ahora transformarlo de preocupación a ocupación y aplicar las medidas urgentes y necesarias para amortiguar sus efectos.