Recuperar parte de lo perdido

Julia

 

Recuperar parte de lo perdido

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  20 de julio 2013

Desde inicios del siglo pasado cada administración entrante plantea un programa de reforestación nuevo. Si los miles de millones de árboles que se han producido y plantado durante casi un siglo hubieran sobrevivido, tendríamos millones de hectáreas reforestadas, las cuales, por supuesto, no existen.

México no ha contado con una política de largo plazo de reforestación y las acciones emprendidas en un sexenio generalmente no tienen continuidad en el siguiente. Además, el concepto ha sido mal aplicado. Por reforestación debe entenderse las acciones humanas destinadas a la recuperación de la vegetación original de un sitio deforestado; cuando la naturaleza lo hace sin la intervención humana, se denomina regeneración. Pocos programas han sido aplicados con este criterio. Es muy común que las plantaciones de frutales o de especies maderables se justifiquen como reforestación, pero tienen fines diferentes.

Uno de los periodos más destacados en estas acciones fue el del presidente Cárdenas, cuando, gracias a su colaborador Miguel Ángel de Quevedo, se reforestaron extensas superficies degradadas en zonas estratégicas de captación de agua, se establecieron numerosos viveros en todas las entidades del país y se formaron centenas de técnicos forestales. Desafortunadamente, la mayoría de las plantas utilizadas en esa época (por ejemplo el eucalipto), no fueron de especies nativas del país, lo cual, a la larga, generó problemas de degradación de suelo en los ambientes en donde se plantaron.

Durante los siguientes sexenios el tema de la reforestación recibió poca atención. En el periodo de Adolfo López Mateos, con Enrique Beltrán como responsable, se dio un nuevo empuje a la reforestación en cuencas y presas con el fin de detener la erosión y se promovieron plantaciones forestales comerciales. Entre 1965 y 1982, los programas se enfocaron a establecer huertos frutícolas y plantaciones comerciales y de 1988 a 1994, con cuantiosos recursos económicos y nueva infraestructura e instituciones, a la siembra de millones de árboles en zonas urbanas y periurbanas, con un objetivo más social que ambiental.

Para finales de la década de los noventa se dio un giro a los enfoques de la reforestación priorizando la recuperación de áreas degradadas: se dirigió al ámbito rural, se produjeron en los viveros plantas de más de 400 especies nativas adaptadas a cada una de las regiones ambientales del país, se puso mayor énfasis en la sobrevivencia de las plántulas mediante apoyos para el mantenimiento de la plantación en años posteriores.

En los dos últimos periodos mencionados, la Sedena jugó un papel muy destacado, con la creación de viveros de alto rendimiento para la producción masiva de planta de gran calidad.

En los sexenios posteriores se puso un énfasis excedido en superar las metas de administraciones pasadas, lo cual generó problemas en la calidad de la planta y en el control de las zonas reforestadas y, como se excluyó al Ejército Mexicano de esta tarea, se dificultó el alcance de las metas de producción de plantas.

El pasado 10 de julio, en el festejo del Día del Árbol, el presidente Peña Nieto anunció las principales líneas de acción para el programa de reforestación, entre las que destacan: reforestar áreas compactas, prioritariamente en cuencas hidrológicas deterioradas; incrementar la sobrevivencia mediante la producción de plántulas de mayor calidad, adecuadas a cada condición ambiental específica y mejorando las condiciones de transportación de las mismas; involucrar a los gobiernos locales y al Ejército Mexicano; instalar cinco centros regionales de capacitación para la reforestación y el combate de incendios forestales; acompañar la reforestación con obras de restauración de suelos.

El abandono de la carrera de los récords de producción de plantas y siembra de hectáreas, para concentrar los esfuerzos en la sobrevivencia y desarrollo exitoso de la reforestación de áreas compactas degradadas estratégicas, con especies nativas de cada localidad, junto con el anuncio de fortalecer la capacitación, son buenas noticias.

Para el éxito de la reforestación es indispensable también tomar en cuenta otros factores: la tenencia de la tierra de las áreas a reforestar; el involucramiento directo de los dueños; el pago por el mantenimiento y la resiembra; la aplicación de incentivos económicos, por varios años, para que los campesinos, cuyas parcelas agropecuarias están degradadas, opten por reforestarlas y reciban el costo de oportunidad de la reconversión agropecuaria a la recuperación de la vegetación original, entre otros.

Valdría la pena hacer un esfuerzo significativo en esta administración para recuperar la vegetación ribereña de los ríos y arroyos del país. La eliminación de estos ecosistemas provoca erosión, pérdida de áreas de alimentación y de reproducción de la fauna acuática, así como del hábitat de centenares de especies únicas, entre otros problemas. Nunca se ha hecho un programa de recuperación de estos frágiles ecosistemas. Ésta es una gran oportunidad.

Fuente: Hemeroteca