Sobreexplotación pesquera

Julia

 

Sobreexplotación pesquera

Julia Carabias Lillo  ||  Reforma  ||  21 de agosto 2010

No es ajeno a nuestras conversaciones cotidianas hablar de deforestación, de cacería ilegal o de tala clandestina y, afortunadamente, se empieza a crear un malestar social por los ilícitos que van destruyendo el patrimonio natural de todos los mexicanos. Sin embargo, la sobreexplotación pesquera no se concibe aún como un grave problema ambiental.

La pesca industrial es la principal causa del deterioro de la vida marina. La modernización tecnológica de las pesquerías mejoró la eficiencia de esta actividad. Hace siglos se pescaba con barcos de remo o de vela; hoy se pesca con motores de diesel. Ello permitió explotar áreas más lejanas, como las polares, antes inaccesibles, y aguas más profundas, así como acortar los tiempos de navegación. Aquellas poblaciones que por su aislamiento estaban protegidas, o que no se utilizaban comercialmente, hoy han quedado al alcance de los modernos barcos pesqueros. Además, el equipamiento de las naves con radares y localizadores acústicos permite la ubicación de las poblaciones objetivo con precisión y rapidez; y gracias a la incorporación de congeladores, las embarcaciones permanecen en altamar durante periodos más largos sin que el producto se descomponga.

Estos cambios tecnológicos, sin duda, mejoras deseables, han incrementado la captura y el esfuerzo pesquero, y con ello la insustentabilidad ambiental de las pesquerías. El problema no radica en el avance tecnológico en sí mismo, sino en el crecimiento desmedido de este tipo de embarcaciones, en la carencia de una adecuada y puntual regulación, y en la ausencia de vigilancia de las disposiciones legales existentes.

El uso de artes de pesca inadecuadas ambientalmente agrava el asunto. Uno de los casos más dramáticos es el empleo de las redes de arrastre camaroneras que destruyen la base de la cadena trófica del fondo marino, con severos impactos en la estructura y composición de los ecosistemas y dejando bastas zonas marinas muertas. Cuesta trabajo dimensionar la destrucción, pero un ejemplo puede ayudar. Daniel Pauly, en un artículo publicado en la revista Science (v. 302/ 2003), compara la destrucción de hábitats por las redes de arrastre con lo que ocurriría si en la cacería de venado, para localizar al individuo perseguido, se talara todo el bosque.

Algunos acuerdos internacionales, emitidos en décadas pasadas y aún vigentes, no favorecen la sustentabilidad ambiental. Así, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar establece que si un país no tiene la posibilidad de utilizar plenamente sus recursos pesqueros, las flotas de otro pueden internarse en su zona económica exclusiva; aberración que promueve la sobreexplotación y refleja una visión miope de los mares como proveedores exclusivamente de pescado, sin considerar el resto de los servicios ambientales de los ecosistemas marinos y su biodiversidad.

En los años cincuenta la flota pesquera proliferó rápidamente en todo el mundo incrementando los volúmenes de pesca. Esta tendencia continuó hasta los ochenta, cuando se alcanzaron los mayores volúmenes históricos. La presión pesquera fue tan fuerte sobre el recurso marino que las poblaciones iniciaron su abatimiento, sobre todo las especies de tamaño más grande y de mayor valor económico. La biomasa de varias de ellas se ha reducido a una décima parte, o menos, de los niveles que tenían antes de la pesca industrial.

Según el reporte de la FAO, El Estado Mundial de la Pesca y la Acuicultura 1999, de 441 poblaciones ícticas analizadas, 28 por ciento se encontraban sobreexplotadas, agotadas o en recuperación y 47 por ciento habían llegado a su máximo nivel posible de explotación con riesgo de pasar a la categoría de sobreexplotadas.

La capacidad productiva de los océanos no puede mantener un incremento permanente para satisfacer la demanda de pescado, menos aún si consideramos que la población mundial se incrementará en cerca de 3 mil millones de personas en los próximos 30 años. Es indispensable una drástica reducción del esfuerzo pesquero, lo cual no se resuelve sólo con la reducción de la flota pesquera, ya que, como dijimos anteriormente, menos barcos con tecnologías más eficientes pueden incrementar los volúmenes de pesca. Lo determinante es pescar sin rebasar la capacidad de renovabilidad de las especies. Ello requiere de medidas tales como la regulación eficaz y eficiente basada en el conocimiento científico; la reducción de subsidios perversos -por ejemplo el del diesel; la aplicación de políticas de impuestos adecuadas y orientadas hacia la sustentabilidad ambiental; el decreto de áreas protegidas marinas, entre otras.

El código de conducta responsable promovido por FAO, en cuya formulación México jugó un papel muy activo durante la década de los noventa, plantea las bases de la pesca sustentable. No obstante, falta la voluntad política de los países para su implementación así como la adopción de compromisos vinculantes ya que los acuerdos existentes son más bien exhortos voluntarios. Una más de las tantas tareas pendientes en materia ambiental.

Fuente: Hemeroteca