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Acapulco: Mitigación, adaptación y restauración

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Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Martes 14 de noviembre, 2023

Jornada

Estamos empeñados en ignorar la emergencia climática y que no podremos encararla

Hace una semana, decía yo que las medidas con que cuenta el gobierno mexicano para atender los impactos catastróficos de fenómenos naturales son cortoplacistas. Esta vez quiero elaborar sobre este aserto, no sólo porque se me quedaron muchas ideas en el tintero, sino porque hace unos días escuché que el gran timonel ha pactado con los hoteleros de Acapulco la reactivación de la actividad turística en el puerto a partir de marzo del año entrante, y ha determinado que será de nuevo sede del Tianguis Turístico que se lleva a cabo todos los años, ya que no parecen encontrarse motivos para mudarlo a otra ciudad, o posponerlo.

Esta propuesta del presidente y los mal llamados “desarrolladores turísticos” es una prueba de que estamos muy lejos de haber aprendido las lecciones que nos ofrece el planeta a golpes de huracanes, tormentas, olas de calor, tsunamis, incendios… En fin, estamos empeñados en ignorar el hecho de que enfrentamos una emergencia climática, y que no podremos encararla y sobrevivir si seguimos haciendo lo mismo una y otra vez, reconstruyendo lo abatido en los mismos lugares, y de igual manera. No importa cuantas veces tropecemos con la misma piedra meteorológica, volveremos a las andadas, como si nada. El interés inmediato de captar más dólares más rápido nos hace ciegos ante nuestra vulnerabilidad.

Sé que lo que propongo es ingenuo, pero cada vez estoy más convencido de que solamente la ingenuidad nos permitirá librar con éxito el tránsito de adaptación a la nueva circunstancia climática que el planeta nos ofrece, circunstancia que por cierto ha sido ocasionada por nuestras desenfrenadas acciones de apropiación del entorno. Para entender lo que sigue, debo decir que no creo ni por asomo que la simple suma de más y nuevas tecnologías sea la vía que nos conduzca efectivamente a una buena relación entre la sociedad y el medio ambiente. Con esto no quiere decir que esté en contra del desarrollo tecnológico. Sería una insensatez pretender, como algunos grupos sociales anacrónicos, al estilo de los Amish, por ejemplo, que las tecnologías que nos ofrece la actualidad – y las que seguramente se irán incorporando en el futuro, cada vez más rápidamente – sean intrínsecamente “malas”, o incluso diabólicas. Nuestra vida es mucho mejor con paneles solares, aerogeneradores, procesos piroclásticos, autos eléctricos e híbridos, televisores, computadoras, teléfonos celulares, y satélites. Esto no está en discusión.

En lo que sí insistiré hasta el cansancio es que, para adaptarnos al cambio climático global, más nos vale apostar por incorporar a nuestros procesos de desarrollo, soluciones basadas en naturaleza. Y esto significa necesariamente dejar de hacer las cosas de la misma manera en que las hemos hecho hasta ahora. Esta vía nos llevará sin remedio a encarar los desastres relacionados con fenómenos naturales como una suerte de trabajo de Sísifo, sólo que ahora, en lugar de empujar una roca montaña arriba, tendríamos que reconstruir una y otra vez la infraestructura derruida, reparar los daños sufridos por las familias, y resanar una y otra vez las heridas y la miseria resultante.

Proponer un modelo de reconstrucción para Acapulco, que enfatice la ejecución de soluciones basadas en naturaleza, implica para empezar una pausa de planeación, que bien puede entrañar incluso una modificación no solamente en el ordenamiento ambiental y urbano – que tendría que ser el primer paso – sino también de la distribución del dominio territorial. Así, habría que volver a la condición de propiedad de la nación todo lo que fueron playas, humedales, dunas y manglares, y buena parte de los que fueran selvas bajas en las laderas que circundan la bahía. Estos sistemas deberían ser objeto de un robusto programa de restauración ecológica, y de conservación mediante los instrumentos jurídicos y la dotación de recursos financieros que resulten pertinentes y necesarios. Esta tendría que ser la primera línea de defensa de la infraestructura urbana ante el embate de eventos hidrometeorológicos de gran magnitud.

Peor, además, habría que asegurarse de que las construcciones de hoteles, condominios, clubes náuticos, marinas y demás requerimientos de infraestructura para brindar servicios al turismo y a los residentes temporales respondieran a procedimientos rigurosos de impacto ambiental, y que fueran siempre secundarios a la necesidad de dotar a los residentes locales de vivienda, comunicaciones, servicios y comercio suficientes, dignos y resilientes. Asegurar primero para la población de acapulqueños y demás guerrerenses las bases materiales para construir vidas de calidad, y después apuntalar la economía turística del puerto, debería ser una visión normativa para la asignación de recursos y prioridades.

Entiendo que emprender la pausa que esto entrañaría para reiniciar la captación de recursos y ganancias por parte de los barones de la industria turística es pedirle peras al olmo, y que pondría al gobierno ante la tesitura de respaldar los mecanismos financieros que hicieran viable este trayecto, buscando recursos financieros suficientes para subsidiar el proceso y a la vez, reconstruir la infraestructura pública que se requiere. También entiendo que esto implica un arreglo fiscal de una generosidad que el estado no suele estar dispuesto a conceder. Lo dicho, se trata de proponer una solución, no solamente basada en naturaleza, sino también fundada en la ingenuidad. Y solamente alimentar la ingenuidad podrá hacernos más humanos.

roblesdeb1@hotmail.com

Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/opinion/223256/acapulco-mitigacion-adaptacion-y-restauracion-guerrero-otis-huracan

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