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Decepción, no oposición

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Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Martes 13 de diciembre, 2022

Jornada

Pareciera que, desde la 4T, se quiere terminar con todo pensamiento crítico

Votamos por Andrés Manuel para presidente, convencidos de que encabezaría un gobierno que no robaría, ni mentiría o traicionaría, y que pondría siempre por delante los intereses y el bienestar de los sectores más vulnerables de la población del país. Hasta aquí, al menos en el discurso del gran timonel y sus sicofantes nada ha cambiado, y deberíamos estar felices y contentos. Sin embargo, en muchos de quienes pensamos que con Andrés Manuel se emprendería el camino de justicia, equidad, democracia, honradez y honestidad que nuestra nación reclama desde hace ya muchas décadas, predomina la sensación de que las cosas no están resultando bien. El problema no está en la Cuarta Transformación. Creo que todos estaremos más o menos de acuerdo en que el país ya requiere, en efecto, una transformación profunda. Pero una vez más, no hay fin que justifique medios inadmisibles.

Para empezar, me niego a aceptar que tenga sentido dividir deliberadamente al país, con una visión reduccionista expresada en adjetivos. Me resisto a considerar que resulta suficiente, o inteligente, decir que unos mexicanos son “pueblo bueno y sabio”, honestos, honrados y solidarios; mientras los demás son “fifís”, neoliberales, conservadores, corruptos, «pseudoambientalistas» y traidores a la patria. Puesto así, en un par de líneas, el asunto resulta ridículo. Pero también es seductor: poder identificar al adversario, al “otro” indeseable, nos permite eludir la crítica o el cuestionamiento a “los nuestros”. La historia del mundo permite ver multitud de regímenes autoritarios que, para sostenerse enterrando oposiciones, han recurrido a este mecanismo del “enemigo identificado”.

Pero se equivocan quienes consideran que quienes pensamos de manera diferente, y nos resistimos a renunciar a la crítica como herramienta de construcción de la democracia, somos el enemigo a vencer, a acallar e intimidar a golpe de voces destempladas, que con el insulto y la diatriba descalificatoria parecen condonar la violencia. Aun reconociendo que hay muchas voces de la reacción que oponen resistencia a todo lo que huela a cambio, lo cierto es que muchos de quienes alzamos la voz haciendo ver qué decisiones del actual régimen nos parecen inapropiadas, temerarias, contraproducentes o absurdas, no quisiéramos más que ser escuchados, y que nuestras consideraciones contribuyan a enmendar el rumbo de una gestión que está destruyendo mucho de lo que sí habría que conservar en México, con una actitud que lleva al extremo de lo insensato la visión elemental de que “no se puede hacer un omelette sin romper unos cuantos huevos”.

Cuando el presidente dice que un evento como la Feria Internacional del Libro en Guadalajara es una suerte de bastión del conservadurismo, mientras que en realidad es uno de los espacios más libres de expresión y más diversos que existen en México, no puedo menos que sentir que nos encontramos frente a una consigna parecida al “muera la inteligencia” que el fascismo español le gritó a Don Miguel de Unamuno en Salamanca. Y sí, pareciera que, desde la 4T, se quiere terminar con todo pensamiento crítico, y sustituirlo por una colección de consignas con las que se espera suplantar a las ideas. Por eso la repetición machacona de unas cuantas frases que es fácil repetir durante una marcha o una concentración, como “es un honor estar con Obrador”, “primero los pobres”, “no somos lo mismo”. Hace cuatro años, quizá se les podía encontrar algún contenido, y explicar por qué honra estar con AMLO; o cómo se espera poner primero a los pobres, y no usarlos para construir clientelas, en una especie de “primero más pobres”; o dejar claro que ya no se admitirán corruptelas, mentiras y ocultamientos. Pero solamente se repiten las frases, una y otra vez; mientras al interlocutor se le cubren de epítetos descalificatorios, que no dicen nada en realidad, pero que si inducen al odio y al rechazo. Esto tiene que terminar.

Mientras tanto, habrá que insistir con tozudez en el análisis y la crítica, porque son las únicas herramientas con que contamos para tratar de deshacer entuertos, y para proponer la construcción de caminos nuevos que nos permitan aspirar – sí, ser “aspiracionistas” – a un mejor futuro para nuestro país, un futuro en el que se escuche a las minorías de toda índole. Donde todos tengamos una voz atendible, un saber digno de aprecio, una propuesta merecedora de consideración, y una dignidad que exija respeto.

De modo que, estimados connacionales adherentes incondicionales de la 4T, tengan en consideración la validez de las siguientes premisas: aquí no hay “traidores a la patria”, el siglo XIX ya quedó muy atrás; no es un deshonor decir que el gran timonel equivoca algunas decisiones importantes, sería deshonesto callar nuestra opinión, u ocultarse detrás de un tímido “no hay de otra”; no todo neoliberal es corrupto y mucho menos conservador, solamente piensa diferente a los economistas de la izquierda, y hay que escucharlo y rebatirlo con argumentos, no a base de consignas facilonas; y el saber y la condición de expertos de académicos, intelectuales y profesionales independientes es un patrimonio invaluable de la nación, y no debe ser acallado con la burla, el desprecio y el descrédito, solamente porque se atreve a ser crítico con las ocurrencias y propuestas del gran timonel.

Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/2017-03-22/Hay-que-bajarle-al-volumen

 

 

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