Blog

Democracia y minorías

rafaelroblesdebenito

Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Martes 16 de enero, 2024

Jornada

Parecería que en la rebelión autonombrada 4T no hay cabida para el pensamiento crítico

Quizá me repito, o pongo sobre la mesa ideas que ya son casi lugares comunes, pero me parece que ahora, cuando en nuestro país se acerca el momento de encarar el más grande de los procesos electorales de la historia, justo cuando nos encontramos sumidos en la polarización maniquea, y en la generalización de la consigna de “conmigo o contra mí”, no me queda más que ser machacón en esta propuesta: hay una gran confusión en la idea de que la democracia es “el gobierno de la mayoría”. Esa cosa, la mayoría, es una entelequia peculiar, amorfa e inasible. La gran dificultad – y el encanto – de la política, y el gran reto de la democracia, es reconocer en la sociedad un amasijo de minorías. Para hacer del asunto algo aún más complejo, habrá que decir que cada uno de nosotros forma parte de varias minorías a la vez, que se complementan o contradicen entre sí, de manera absolutamente inconsistente, a la luz de una circunstancia siempre cambiante.

Paradójicamente, en los intentos por construir formas democráticas de gobierno, priva la mecánica electoral como el instrumento privilegiado para establecer acuerdos y tomar decisiones, de manera que pareciera que se trata de construir mayorías. Se decide en función del número de votos, o de la cantidad de curules en el congreso, o esto es lo que se pretende hacernos creer. Tras bambalinas, las cosas se urden de otra manera. Mientras escribo estas líneas, escucho en las noticias el acuerdo político electoral firmado en Coahuila entre el Partido Acción Nacional y el Revolucionario Institucional, y confirmo mi posición en cuanto a que es falaz suponer que son las mayorías las que toman las decisiones de carácter democrático. Se sigue decidiendo en función de la confrontación de fuerzas y la prevalencia de intereses. Dicho sea de paso, esto ocurre entre las minorías que detentan el poder.

Parecería que en la rebelión de las masas a las que nos invita a participar la autonombrada Cuarta Transformación no hay cabida para el pensamiento crítico. La consigna substituye al argumento, la diatriba a la reflexión, y la repetición a la veracidad. Pero como el actual mecanismo político conduce a construir mayorías, el lado opuesto no tiene otra cosa que ofrecer más que la oposición por la oposición misma: el miedo substituye a la razón, la negativa suplanta al proyecto, y la estridencia aniquila al diálogo. Estoy sin hablar del oportunismo cínico que hace que se construyan alianzas y acuerdos que carecen de otro sustento que no sea el de “así somos más”. Esa necesidad de ser más, de convertirse en mayoría, es lo único que justifica las uniones – efímeras, inestables y conflictivas – de institutos políticos que antes se opusieron encarnizadamente, o que se han acusado una y otra vez de corruptos, mendaces, o traidores. ¿Cómo justificar el maridaje de Morena con el Partido Verde, o del PRI, PAN y PRD, como no sea solamente la posibilidad de sumar unos votos más? Claro que no hablo aquí de ese peculiar fenómeno anaranjado que se hace llamar “movimiento ciudadano”, que parece haber encontrado en la bufonería si mejor apuesta de convencimiento.

Así, se espera, no que votemos por un proyecto de vida, o de gobernanza, o por un programa de políticas públicas capaces de generar el bien común, sino solamente como un mecanismo para demostrar que “somos más”. Y ese “somos más”, se convierte en una patente de corso para rechazar, suprimir, someter al escarnio o ignorar cualquier cosa que parezca provenir de una minoría, por mucha razón, o derecho, que esta minoría pueda tener. Como todos somos parte de alguna minoría – o de varias a la vez – esto no puede funcionar si no está basado en la mentira. De esta manera, el arte de gobernar se ha convertido en la forma de mentir, de manera que resulte convincente la idea de que quien gobierna decide en efecto qué es lo que la mayoría debe desear, de modo que su determinación resulte respaldada por un mayor número de personas, y parezca entonces representar el “bien común”.

Deberíamos ser capaces de poner de cabeza la idea de democracia, para que resultara en una forma de organización social en la que cupiéramos todas las minorías, y se hiciera genuinamente efectivo el ideal de una libertad limitada únicamente por la libertad de los otros. Una propuesta democrática que se base en la idea de garantizar todos los derechos para todos (y todas y todes, desde luego), incluso el derecho a la crítica y la disidencia. Una democracia en la que todos podamos expresar lo que sentimos y pensamos sin que esto nos exponga a la persecución, al insulto y al escarnio que hoy vemos abalanzarse sobre cualquiera que tenga el atrevimiento de pensar distinto a lo que nos dicen que quiere la mayoría, o a poner en duda que en efecto se trate de lo que quiere esa supuesta mayoría.

Este es el camino difícil, el de la tolerancia irrestricta, la senda genuinamente libertaria, que creo deberíamos aspirar a construir. Se trata de un camino muy distinto al del autoritarismo unificador y moralizante de las derechas, pero también es diferente del disfraz democrático de quienes gobiernan convencidos de que la mayoría manda, y que se encuentra en efecto expresada en las lecturas falaces de datos sesgados, o en la manifestación vocinglera y ramplona de los actos públicos de masas. Por supuesto, pensar que este camino es el que debe impulsar nuestra reflexión política, y normar nuestro actuar cotidiano, nos coloca frente a una disyuntiva oscura ante el próximo proceso electoral: si uno adopta la postura que sugiero en estos párrafos, la verdad es que el panorama de opciones electorales que se nos presenta en estos días resulta cualquier cosa menos alentador o estimulante.

roblesdeb1@hotmail.com

Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/opinion/225853/democracia-y-minorias-elecciones-2024-morena-partido-verde-pri-pan-prd

Sorry, the comment form is closed at this time.