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Diversidad en Madrid

 

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Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || Martes 11 de julio, 2023

Jornada

El mes del orgullo se llama así por una razón

El sábado 1 de julio, me encontré sumergido en uno de los eventos de masas que más me han hecho reflexionar en mi vida. Desde el halconazo del jueves de corpus de 1971 no había sentido un sacudimiento de conciencia como el que me asaltó al encontrarme en medio de la Marcha del Orgullo, por el Paseo del Prado, en Madrid. Debo confesar que al principio me sentí un tanto incómodo. De hecho, no tenía ninguna gana de asomarme al evento, tontamente convencido de que “esa no es mi lucha, me lo van a echar en cara, me van a decir que yo qué hago ahí, me voy a sentir rechazado” y otros prejuicios. La dueña de mis pensiones, que estaba a mi lado, entusiasmada por la idea de acercarse a la marcha, porque ella sí que se siente parte de ese movimiento, con todo y su condición binaria y heterosexual, me tildo de acomplejado y obtuso –con algo de razón– y me llevó, un tanto a tirones, hasta el corazón de la manifestación. En menos que canta un gallo, me sentí regocijado, al encontrarme dentro de las filas de un movimiento megadiverso, pletórico de tolerancia, alegre y carnavalero, pacífico, creativo y hasta divertido. Me fui convenciendo, sólo de ver, escuchar, y andar de un lado a otro, de que esta lucha es de todos, que eso de las siglas LGTBIQ+ no sirve para excluir a nadie, ni para discriminar, que acaso sea más importante el signo de más, que cualquiera del resto de las etiquetas, o la simple suma de ellas. Acababa de encontrar un espacio que daba un significado más sólido a aquello de que “nada de lo humano me es ajeno”.

Todavía lleno de la ilusión del día, emocionado y lleno de nuevas preguntas y reflexiones, me pareció una buena idea compartir fotos de la marcha, y algunas de sus consignas y, sobre todo, mi emoción, en algunos espacios de las “benditas redes sociales”. A la postre, un buen amigo me acababa de invitar a participar en uno de esos grupos de WhatsApp, que él nombró “Diversidad”. Me uní con gusto, y espero poder compartir con ellos ideas, opiniones, propuestas y proyectos. Con eso en mente, y teniendo en consideración que el objetivo del grupo es “que se viertan opiniones concretas y se compartan noticias serias y comprobables de los sucesos del escenario sociopolítico, económico, sistémico ecológico ambiental, sanitario, etc. Etc. Etc. Que promuevan nuestro pensamiento crítico”, me pareció que merecía la pena compartir ahí el tema de la marcha del 1 de julio, y tras decir en el grupo “Hablemos de diversidad”, envié varias fotos, entre otras una donde unos niños sostienen una manta que dice “Abrazando la diversidad familiar: iguales en derechos”. Al parecer esa manifestación de la diversidad no resultó particularmente atractiva a algunos de los colegas del grupo Diversidad.

Empezaron a surgir comentarios como “NO METAN A LOS NIÑOS”, o “el género es único, M. o F., o “su inocencia se cuida hasta que ellos de adultos decidan” (este último con un esquema de un padre que “protege la inocencia de sus hijos oponiendo un escudo a un arcoíris, no sea que les toque, o que lo vean), o la advertencia de “mientras no pretendan normalizar la pederastia…” Estas respuestas me han hecho pensar que hay mucho que aprender acerca de sexo, género y sexualidad; y lo que me resulta más inquietante, que hay una cierta ceguera acerca de lo que sucede a nuestro alrededor. Parece que se nos olvida que la pederastia suele ser un fenómeno que sucede al interior de familias “convencionales”; es decir, binarias y patriarcales, en cuyo seno se abusa indiscriminadamente de niños y niñas; hecho que se oculta tras un velo de convención y “buena conducta” social Tampoco parecemos querer ver que todos los miembros de los colectivos LGTBIQ+ provienen y participan de algún arreglo familiar, donde además hay menores: hijos, sobrinos, hermanos, ahijados, que los pueden querer profundamente, admirar por muchas razones, pero sobre todo por su valor y su bondad. Que todos los miembros de una familia estén dispuestos a mostrar con alegría su orgullo por contar con un miembro de alguno de estos colectivos, que además lleva por las calles, con regocijo y la frente en alto, su condición, me parece digno de encomio, y creo que merece todo nuestro apoyo. El mes del orgullo se llama así por una razón.

De que hay individuos monstruosos, violentos y peligrosos, no cabe la menor duda. Pero los monstruos, como en las peores pesadillas, están casi siempre en la oscuridad de los armarios. Se esconden y mientes y disfrazan sus intenciones, para poder hacer daño impunemente. No anuncian alegremente su condición. Salir del armario es también dejar claro que no se es un monstruo. Si nos preocupa conservar la inocencia de nuestros descendientes, y nos empeñamos en educarlos en el amor, la tolerancia, la solidaridad, eduquémoslos también para entender que no todas las familias tienen por qué ser iguales, y que el amor no es más que amor. Muy pobre favor les haremos a los chicos si pretendemos ocultarles a su tío, o a su tía, a su hermano, o hermana, a su primo… en fin a cualquier individuo más o menos cercano que sea parte de alguno de los colectivos “diferentes”. No haremos más que educarlos en el miedo, el rechazo y la violencia; y conducirlos a seguir construyendo familias y otros grupos sociales que reproduzcan las estructuras patriarcales dominantes. Ojalá estos párrafos contribuyan a esclarecer por qué me pareció una propuesta admirable la presencia de un contingente encabezado por niños, apoyando las familias diversas, en la marcha del 1 de julio.

roblesdeb1@hotmail.com

Fuente: https://www.lajornadamaya.mx/opinion/217658/diversidad-en-madrid-marcha-del-orgullo-paseo-del-prado-lgbt

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