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Ni modo, hay otras prioridades

Rafael Robles de Benito

18/10/2022 |

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Rafael Robles de Benito || La Jornada Maya || 18 de octubre de 2022

Mar

Escuché esta expresión de una colega, en ese momento a cargo de una porción importante de la gestión ambiental en el estado donde laborábamos. Fue su reacción ante una noticia más que anunciaba una asignación de recursos a alguna acción gubernamental distinta de las que demandaría la atención a la problemática ambiental actual. Me resultó una suerte de amargo reconocimiento del hecho de que quienes nos preocupamos por el medio ambiente no hemos logrado convencer a quienes deciden el destino de nuestros impuestos de que no hay nada tan importante, y tan urgente de atender, como la protección del patrimonio natural de la nación. Creo sin embargo que hay que ser tozudos: sin una base natural saludable, resiliente y diversa, ninguna propuesta de desarrollo tendrá sentido en el largo plazo, y la sustentabilidad dormirá el sueño de los justos, mientras quienes hoy vivimos perdemos de vista nuestra responsabilidad moral de fundar nuestras decisiones en la solidaridad intergeneracional.

Tanto en el gobierno federal – los anteriores a la “4T” y el actual – como en los estatales, priva ante la cuestión ambiental una conducta esquizofrénica: los discursos oficiales subrayan hasta el cansancio el compromiso por proteger y conservar “nuestros recursos naturales”, “las bellezas de nuestro territorio”, los ecosistemas, las especies y demás. Pero esto nunca se refleja en los presupuestos. O se piensa que la conservación y la protección resultan gratuitas, o los discursos de los políticos son mentira. Si todo quedase en el discurso, bueno y pase, basta con no escucharlo. Pero el asunto es mucho peor.

Para empezar, hay un profundo desdén por todo conocimiento acerca del ambiente, tanto por el conocimiento “formal”, “científico” o convencional, como por el saber indígena, que se ve reducido a folklore, y queda fuera de todo proceso real de toma de decisiones acerca del uso del paisaje. El desprecio con que se ha tratado a la CONABIO es solamente un ejemplo doloroso de esto. Y qué decir del epíteto de “pseudoambientalista” espetado cada mañanera contra cualquiera que se atreve a decir algo que parezca criticar alguna de las iniciativas de obra pública consentidas de la 4T, aunque se trate de personas que han dedicado su vida entera a cuidar de veras del ambiente.

Por otra parte, nuestros gobiernos firman toda declaratoria o acuerdo internacional que parezca estar en consonancia con la moral dominante, aunque luego no se cumpla lo declarado, o lo acordado. Así, México es signatario del Acuerdo de Escazú sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, pero se ha convertido en el país donde se asesina a más protectores de la naturaleza en el mundo.

O se firma el memorándum de entendimiento Under2, que compromete a llevar a cabo las acciones necesarias para evitar que la temperatura global ascienda más de 1.5°C en el año 2030, y al mismo tiempo se apuesta por una vía de desarrollo que complica y retrasa toda posibilidad real de descarbonizar la economía, lo que implicaría hacer de la generación de energía una práctica ajena al uso de combustibles fósiles.

Parece no entenderse que sin bosques no habrá agua suficiente para satisfacer las necesidades de la población, con una biodiversidad erosionada habrá cada vez más riesgos para la salud, y menos oportunidades de fortalecer la seguridad alimentaria de nuestro pueblo; sin arrecifes y manglares saludables se comprometerá el potencial pesquero de los mares nacionales y las comunidades e infraestructura de los litorales mexicanos quedarán cada vez más expuestos al impacto de huracanes y tormentas… en fin, crece la lista que narra el desastre posible.

Ahora espero darme tiempo para compartir mis opiniones acerca de estos y otros asuntos que creo que deben formar parte de nuestro mapa mental, e integrarse a nuestra cotidianidad. Quiero aprovechar la oportunidad que me da este espacio para volver sobre viejas preguntas, y machacar en la búsqueda de respuestas diferentes. Quiero volver a discurrir acerca de la democracia, alrededor de la rancia geometría política de izquierdas y derechas, al interior del viejo asunto de la libertad, de los derechos humanos, y de los deberes que entraña su protección.

Compartiré pues, mi opinión en este mar de opiniones, en busca de recobrar la capacidad crítica a la que parece que hemos renunciado, cambiándola por el epíteto, la consigna y la gritería; en busca también de reordenar prioridades, y poner en el sitio que merece la necesidad de reencontrar una manera apropiada de relacionarnos con el entorno, que se sostenga a partir del diálogo tolerante, del reconocimiento del saber de los otros, y del imperativo ético de ligar nuestra acción de hoy con las exigencias de un futuro más humano. Serán solamente opiniones, que no valen más ni menos que otras; pero con esas opiniones, contradictorias, controvertidas, fundamentadas en la mejor ciencia disponible, o basadas sin más en otros artículos de fe, en otros dogmas, son los ladrillos con que contamos para ir construyendo el complejo edificio de la comunidad humana.

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